Penumbra de la paloma llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde cuando la sombra no entorpece los pasos y la venida de la noche se advierte como una música esperada y antigua, como un grato declive. En esa hora en que la luz tiene una finura de arena, di con una calle ignorada, abierta en noble anchura de terraza, cuyas cornisas y paredes mostraban colores tenues como el mismo cielo que conmovía el fondo. Todo -la medianía de las casas, las modestas balaustradas y llamadores, tal vez una esperanza de niña en los balcones- entró en mi vano corazón con limpidez de lágrima. Quizá esa hora de la tarde de plata diera su ternura a la calle, haciéndola tan real como un verso olvidado y recuperado. Sólo después reflexioné que aquella calle de la tarde era ajena, que toda casa es un candelabro donde las vidas de los hombres arden cómo velas aisladas, que todo inmeditado paso nuestro camina sobre Gólgotas.
En Borges JL, Poesía completa, Edición en formato digital 2011. María Kodama, 1989. Penguin Randon House Grupo Editorial, S.A.U. 2011, p. 129
