En uno de tantos desayunos juntos con mamá en casa, hay una conversación que me agrada mucho recordar:
¡Mamá Fredita, y ¿cómo era mi papá cuando era chiquito? – le preguntó Eva. Y ella solía responder lo mismo casi siempre: «bueno, él era bonito, tranquilo, pero algunas veces tenía sus travesuras, como todo niño» – decía con ternura. A lo que Gaby replicaba para sí «¡Interesante!», «¡Interesante!», se repetía, mientras alzaba la ceja izquierda y miraba hacia arriba con sus ojos grandes como intentando alcanzar ese tiempo.